Es fácil asumir que todo aquel que quiere empezar un nuevo negocio busca la utopía. Liberarse del horario de oficina y “no responder ante nadie” suenan como alternativas seductoras a un trabajo en relación de dependencia y todas sus responsabilidades. Esta percepción sin embargo suele ser engañosa, ya que la libertad extrema lleva al caos, y la falta de planes concretos y organización suelen ser principales razones por las cuales gran porcentaje de los emprendimientos falla en sus primeros dos años de vida.
Sin embargo la cosa no para. Argentina, al igual que sus hermanos latinos, no se queda afuera del boom emprendedor que impacta al mundo. La causa principal es simple: precios competitivos a nivel mundial, profesionales de calidad, y una cercanía cultural con USA y Europa que países como China e India no pueden ofrecer.
Pero eso no puede ser todo. En un país donde la estabilidad económica no está asegurada y comenzar de cero una estructura es costoso, se necesita otro componente para encender la chispa emprendedora. ¿Qué es, entonces, lo que empuja a un empleado a dejar su trabajo estable para salir en búsqueda de lo desconocido?
En mi caso fue la necesidad.
Quizás la palabra suene exagerada, sobre todo porque al leerla nos evoca a la resolución de necesidades básicas como el hambre o el frío, pero mirémoslo desde otro lugar ¿Quién no sintió alguna vez la necesidad de construir? Generar un espacio donde innovar sea la norma, y las reglas se puedan quebrar en pos del progreso de las ideas propias.
Vivimos una época de transición en el mercado laboral y las reglas que hace 20 años eran ley hoy en día no aplican. Demonizamos a una generación entera por su desinterés en mantener el mismo trabajo por más de unos años. Los tildamos de poco fieles, mercenarios del sueldo, pero rara vez se criticamos abiertamente la incapacidad de las empresas de brindar un entorno en el que el joven profesional pueda echar raíces. Si no puedo aprender, no puedo crecer y no puedo avanzar ¿Para qué me voy a quedar?
En este contexto, no sorprende que la idea del entrepreneurship se vea como una propuesta atractiva como alternativa generadora de espacios para que mentes afines se encuentren y avancen en pos de un objetivo común. Cuando un profesional puede darse el lujo de dejarse llevar por la pasión hacia su trabajo y se encuentra con pares que sienten lo mismo, todo comienza a fluir. Así se generan semilleros, colectivos de ideas que de a poco van moldeando una nueva forma de ver el trabajo, en la que el esfuerzo individual tiene valor y agrega al producto final.
Pero no todo puede ser guiado solo por la pasión. Nada de esto sirve sin la capacitación adecuada y una buena guía, por lo cual es importante que el emprendedor sepa formarse como estratega, conozca sus fortalezas y debilidades, y sepa rodearse de una red de contactos variada para suplir todas aquellas áreas que no sean de su expertise.
Emprender es un trabajo full-time, con horarios que pueden virtualmente no terminar nunca, y a falta de jefes se adquieren responsabilidades con clientes, socios y empleados. El camino está lejos de ser fácil, pero si es recorrido con gusto también está lleno de satisfacciones y experiencias que nos moldean como profesionales y pueden cambiar el curso de nuestras carreras para siempre. Y eso quizás - ni los horarios, ni la falta de jefes, ni hacerse rico - debería ser la mayor motivación para soltar y animarse a esta increíble aventura hacia lo desconocido que es el mundo emprendedor.
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🙌🙌🙌excelente!