Nos llega el día. Esa promoción que estábamos esperando y por la que habíamos luchado tanto, finalmente llega. Pero esta vez, la propuesta no llega para quedarnos en casa, en una nueva posición, con mayor responsabilidad y mayor sueldo. Esta vez es para irnos al extranjero. Es nuestra primera expatriación y será la primera ocasión en la que, ante una promoción, podemos dudar.
¿Hay que aceptar? ¡Siempre!
La expatriación, sin duda alguna, nos va a sacar de nuestra “comfort zone” y nos mandará directamente hacia la “stretch zone”, el nuevo lugar en el que se pondrán a prueba todas nuestras capacidades y, sobretodo, nuestras carencias. La zona en la que, si sobrevivimos, creceremos más y más rápidamente.
A menudo, interpretamos las expatriaciones únicamente como una oportunidad profesional y, si sólo las vemos así, cometeremos un grave error.
Uno de los principales aprendizajes de haber vivido 16 años en el extranjero es que no deberíamos entender la expatriación única y exclusivamente como una oportunidad profesional. Debe ser y la tenemos que percibir siempre como una doble oportunidad. La profesiona, por supuesto, pero también la de crecimiento humano, un acelerador del proceso natural de madurez personal y, por extensión, del resto de miembros de la familia.
Vayamos por partes. En primer lugar, veamos los aspectos relacionados con la vertiente profesional.
Obviamente, la expatriación es un acelerador de la carrera del manager. Abrirse y aceptar la oportunidad de trabajar en el extranjero amplía las posibilidades de aprender y progresar en el corto plazo. Además, en el medio y el largo plazo, se convierte en una ventaja competitiva respecto a los que no tuvieron la posibilidad de vivir una experiencia internacional, cuando surgen nuevas promociones.
La experiencia internacional permite:
-trabajar con equipos internacionales que, con sus usos y costumbres, enriquecen profesionalmente
-interactuar con consumidores y clientes con distintos puntos de vista respecto a los del país de origen
-en la mayoría de los casos, aprender una nueva lengua
-integrarse en una nueva cultura con el consiguiente enriquecimiento humano
En definitiva, trabajar en el extranjero permite abrir la mente, hacer frente a los cambios adaptándote a ellos, desarrollar la creatividad y aumentar la resiliencia. CRECER en mayúsculas.
Todo positivo hasta aquí… ¿pero realmente todo lo relacionado con una expatriación es positivo?
Si entramos en la vertiente más humana de la experiencia, probablemente veremos como las expatriaciones conllevan también aspectos menos positivos que pueden pasar desapercibidos durante las primeras semanas e incluso meses.
La tendencia natural del profesional durante este periodo será concentrarse única y exclusivamente en su trabajo. Centrarse igualmente en la nueva lengua que tiene que aprender a marchas forzadas y que todavía no acaba de entender bien. Esa misma lengua que no le permite comunicar con la fluidez y claridad que tenía cuando utilizaba la suya en las oficinas y los comités de dirección de su país de origen … Una nueva lengua que, al principio, mezclada con la suya todo el día en su cerebro, le generará dolor de cabeza todas las noches llegando al hotel…
¿Hotel? ¡Claro! Ese mismo manager no estará al principio en su nueva casa… La estará buscando durante algunas semanas… y, mientras tanto, deberá vivir en los pocos metros cuadrados de su habitación de hotel con su pareja.
¿Dije pareja? ¡Claro! Ese profesional probablemente no ha llegado sólo… Cuando la expatriación se produce al principio de una carrera profesional podrá llegar con su pareja o con su esposo/a… pero, quizás, si esa expatriación se produce un poco más adelante, llegará también con sus hijos… y habrá que buscar y encontrar una buena escuela para esos hijos que tampoco entenderán la nueva lengua al principio.
Las dificultades son evidentes en este periodo inicial. Es el riesgo de no dar importancia a la parte personal y familiar, concentrando todos los esfuerzos en la parte profesional. Y si una recomendación hay que hacer para esta fase inicial de una expatriación, es que demos prioridad a la familia y a cada uno de sus miembros, nosotros incluidos, para que miedos, angustias, preguntas e incertidumbres, tengan una buena respuesta e integremos la nueva normalidad en el menor tiempo posible. Y lo llamamos “nueva” normalidad, porque en el país de destino ya nada será igual respecto a nuestro origen. No será ni mejor ni peor. Simplemente diferente.
Para esta fase, será muy importante ser conscientes de los conceptos básicos de la Pirámide de Maslow o jerarquía de las necesidades humanas. Ya sabemos que en la base de esta pirámide están las necesidades más simples del ser humano (básicas -como respirar, dormir, etc.-; de seguridad y protección –la propia integridad física, la vivienda, etc.-) y conforme ascendemos en la pirámide encontraremos las necesidades de carácter social/afiliación –amistades, colegas, familia,…-; las necesidades de estima/reconocimiento –la confianza, independencia, libertad,..-; y finalmente, en la cúspide de la pirámide, encontraremos la autorealización, el estado en el que un individuo encuentra una justificación o un sentido válido a la vida a través de su plena satisfacción. Se puede acceder a este nivel cuando todos los estadios anteriores de la pirámide han sido alcanzados y completados.
Pues bien, no se le escapa a nadie, que una expatriación nos lleva normalmente desde la parte alta de la pirámide de Maslow, en la que nos situábamos en nuestra ciudad de origen, hasta la base de la pirámide en nuestro destino. Dicho de otra forma: ¡cada inicio de expatriación es duro y es una nueva vuelta a empezar! No sabes en que parte de la ciudad sería lógico alquilar tu próxima vivienda. Desconoces si el trayecto entre esa futura vivienda y tu oficina será simple o un calvario todas las mañanas. Dudas sobre la escuela a la que deberías llevar a tus hijos. Te planteas cual será tu supermercado de referencia o donde se ubicará . ¡No sabes NADA!
En ese nuevo contexto, tenemos nuestras necesidades básicas cubiertas, pero el primer día no llegamos a cubrir las necesidades de seguridad y protección del segundo nivel de la pirámide. No tenemos casa, no tenemos autonomía para movernos por la ciudad porque no la conocemos y tampoco tenemos otros elementos que nos permiten sentirnos protegidos. Evidentemente, no tenemos amistades locales, ni conocemos a nuestros futuros colegas en el trabajo, ni al tendero de la esquina,…. Estamos pues lejos de la cúspide de Maslow y llegar a ese punto será un largo viaje que nos ocupará durante los primeros meses de la expatriación. Esta es la parte más dura y complicada… y, a menudo, cuando ese manager y su familia llegan nuevamente a la parte alta de la pirámide puede llegar la siguiente expatriación y, con ella, la vuelta a la base de la pirámide. En muchos casos, estas subidas y bajadas por la pirámide de Maslow se convierten en una auténtica montaña rusa y la estabilidad de la que se gozaba en la ciudad de origen, tarda años en recuperarse o forma parte de un ciclo inacabable.
Por ello, si es cierta la famosa frase “la familia unida jamás será vencida”, todavía lo será más en el caso de una familia expatriada. El manager deberá tener este factor muy en cuenta para tener éxito en su vida profesional y, sobretodo, en su vida privada. Así, hará bien priorizando a su familia al mismo nivel o incluso por encima de su trabajo. Este sería, sin duda alguna, el principal consejo que podría compartir con los profesionales que van a iniciar sus experiencias como expatriados.
Obviamente, muchos de esos profesionales, ya tienen estos conceptos muy presentes. Ahí van el resto de recomendaciones.
- En el ámbito PROFESIONAL:
El principal cambio a nivel personal, aquel que no puedes esquivar el primer día, es el hecho de que deberás entender y hablar una nueva lengua…
Hay quién se adapta y aprende la lengua local y quién, sabiendo que esta lengua es muy complicada o que su periodo en el país puede ser corto, asume que no tendrá tiempo de aprender el idioma y opta por comunicarse en inglés y pedir a sus equipos que hagan lo mismo con él.
Por mi experiencia, diría que siempre que podamos mostremos interés por aprender y expresarnos en el idioma local. El manager que consigue hacerlo, será siempre mejor recibido y más valorado. Su integración en el nuevo entorno será igualmente mucho más rápida.
Deberíamos pues invertir una parte importante del tiempo, antes de llegar, a estudiar la lengua local para tener un “soft landing”. Aunque no sepamos o podamos hablar al principio en ese idioma, si de entrada podemos entender el 50%, 60% o 70% de lo que la gente nos cuenta tendremos ya una parte muy importante del proceso de integración / aceptación en el bolsillo.
Otro aspecto importante, una vez ya instalados en el nuevo puesto de trabajo es invertir una parte importante del tiempo “profesional” a perfeccionar la lengua. Empezar y acabar los días en la oficina practicando con un profesor esa nueva lengua nos permitirá acelerar muchísimo el proceso.
El segundo factor a tener en cuenta es que el equipo y los compañeros también serán nuevos. Y a parte de su lengua, tendrán también su propia cultura, diferente a la nuestra. La recomendación en la gestión de los nuevos equipos es optar por un estilo de liderazgo en modo “soft” (democrático y participativo más que autocrático), al menos, durante los primeros meses, hasta entender la cultura y formas de trabajar del equipo local. Es clave entender, por ejemplo, lo que significa “ahora” en un entorno mexicano y lo que significa “sí” en un entorno cultural japonés, por citar dos casos en los que la traducción literal al castellano no significa lo mismo. Si no lo hacemos, cometeremos errores de bulto al principio y será difícil corregir “a posteriori” (es una expresio llatina que va sempre amb cursivas”)
También ayuda mucho el poder formarse en alguno de los múltiples cursos de “Intercultural skills” que el mercado propone. Muy recomendables, y más lo serán, cuanto mayor sea el gap entre nuestra cultura y la del país de destino.
El tercer aspecto a retener está relacionado con nuestra nueva responsabilidad en la organización. Si ya de por si una promoción puede resultar un verdadero desafío al principio, imaginad ese mismo challenge en un entorno completamente desconocido. La recomendación en este campo es la de tejer rápidamente redes de confianza con los compañeros más directos e intentar acelerar la creación de relaciones humanas de alta calidad. Para ello mostrémonos tal como somos, de forma transparente. Esto ayudará al equipo local a entendernos mejor y a apoyarnos en nuestra integración.
Un cuarto punto a considerar, relacionado igualmente con la nueva responsabilidad, son los largos horarios que a menudo se está tentado a realizar al principio. ¡Hay que evitarlos! Tendrán un impacto negativo en nosotros mismos y también, obviamente, en nuestras familias. Recordemos que el equilibrio entre la vida personal y la profesional es clave, en general, en la esa nueva etapa personal y, todavía más, para que la expatriación tenga éxito para todos. Trabajemos las mismas horas que trabajábamos en nuestra ciudad. ¡O menos!
- En el ámbito PERSONAL:
Cuando la expatriación se realiza en pareja será clave para el equilibrio y harmonía de ese periodo que nuestro esposo/a se sienta completamente realizado/a en la nueva ciudad. Para ello, deberemos tener en cuenta su situación de partida sobretodo en el aspecto profesional.
Si la “compañera/o”, trabajaban en nuestra ciudad, será importante centrar esfuerzos en la búsqueda de una nueva ocupación en el país de destino. Volviendo a la pirámide de Maslow, su autorealización puede venir por el éxito y satisfacción que obtenga en su trabajo y, por tanto, será clave que tenga acceso al mercado de trabajo de forma rápida y en un puesto que le resulte gratificante. En este campo, habrá que considerar y gestionar aspectos desconocidos al principio y muy particulares de cada geografía (i.e. acceso a la Green Card en Estados Unidos, Permisos de Trabajo fuera de la Unión Europea, etc.) que pueden tener un impacto fuerte en el timing para conseguir volver a la normalidad profesional.
Si, por contra, nuestra pareja no trabajaba antes de la expatriación, será todavía más importante pensar e imaginar en que empleará su tiempo en el nuevo país. La mayoría de actividades que realizaba en su país de origen (i.e. visitar a la familia, verse con los amigos/as, actividades en la comunidad o barrio, etc.) pueden desaparecer de la noche a la mañana y se sentirá completamente descolocado/a. Sin familia, sin amigos, sin puntos de referencia… ¡y sin conocer todavía la lengua local!
Uno de los aspectos más importantes al respecto es apoyarlo/a o ayudarlo/a a diseñar su nuevo “proyecto de vida” y su nueva “agenda”. Abrirse a la nueva realidad, mezclarse con la gente e intentar rápidamente saber “qué hacer”, serán puntos importantísimos. Y más todavía de lunes a viernes mientras su pareja esté trabajando… ¡Estar ocupado será clave!
En este sentido, cabe mencionar experiencias de éxito en el mundo de las colaboraciones altruistas con ONG locales. Dan un sentido profundo a la nueva vida y, al mismo tiempo, permiten crear una primera red de conocidos y, a partir de ellos, construir más.
En estos casos, cuando nuestra pareja no trabaje, otra de las reglas de oro para el manager, será precisamente olvidar que es manager cuando esté en casa, al atardecer y los fines de semana y dedicarse al 200% a su esposo/a y a sus hijos, dejando sus problemas profesionales en la oficina. Es un ejercicio muy complicado. Sobretodo al principio de las carreras. Pero separar radicalmente la parte profesional de la parte personal nos ayudará a equilibrar nuestras dos vidas y a darles importancia por igual. La receta en este aspecto se basa en un único y simple concepto: ¡desconectar del trabajo cuando estemos en familia!
Igualmente, de vez en cuando, deberemos desconectar de ¡todo!. Hasta ahora hemos hablado de la empresa, del nuevo puesto de trabajo, del esposo/a, de los hijos y de sus necesidades. Y no hemos hablado del manager. De esa/e manager que, enfocado a los demás para que todo fluya y funcione a su alrededor en la oficina y en casa, puede olvidarse de él mismo.
Pues bien, otro de los secretos para que toda expatriación funcione es que ese manager sea también un poco egoísta. Que piense en él. Que busque tiempo para estar con él mismo. Que se cuide. Que haga deporte. Que se olvide de todo lo “exterior” por un momento… Que se evada.
Dedicar tres o cuatro días por semana a practicar tu deporte favorito, a leer con toda tranquilidad ese libro de business (¡o mejor todavía esa novela!) o a, simplemente, el “dolce fare niente”, nos dará ese equilibrio vital que nos permitirá después preocuparnos y ocuparnos de todo el resto con fuerza y eficacia.
Por último y desde un punto de vista más global, habría un par de conceptos hasta cierto punto antagónicos pero complementarios:
- Es muy importante mantener las raíces.
Es bueno no olvidar hacia dónde vamos… pero también y sobretodo, no olvidar quienes somos y de donde venimos.
En los casos de expatriaciones de larga distancia (“non-weekend” distance) y/o de largo plazo, se corre el riesgo de perder las raíces. Un riesgo limitado en el caso de los adultos, pero muy frecuente en el caso de los niños que nos pueden llegar a preguntar “¿De dónde somos papá o mamá?”… “¿Somos argentinos porque nacimos allí?” “¿Somos americanos porque vivimos en Boston?” o “¿Somos de donde nacisteis vosotros?”
Para mantener vivas las raíces de la familia es bueno conservar nuestra lengua materna como vehicular en casa, cultivar esas tradiciones tan locales que llevamos en la “mochila” en nuestro destino (i.e. los argentinos no dejan nunca de serlo cuando están fuera porque el “mate” les permite saborear todos los días su tierra), continuar viendo y animando a nuestro equipo de futbol favorito todos los fines de semana,… y, sobretodo, verse con otros compatriotas expatriados siempre que sea posible. Con ellos compartiremos seguramente las mismas dudas y preguntas, y los más veteranos siempre podrán ayudar al recién llegado facilitándole la integración.
Las redes sociales también serán de gran ayuda en esta fase de nuestras vidas para mantenernos en contacto con padres, hermanos, amigos… y para que en “casa” vean como nos va la vida y como crecen los “enanos”… y que participen de nuestra vida, aunque sea desde la distancia
- Y tan importante como las raíces será el “Become a local”
Puede parecer contradictorio con el punto anterior, pero desde mi punto de vista es totalmente complementario.
Para que una expatriación sea un éxito, deberemos dejar de ser un poco de donde somos y empezar a ser también un poco de la tierra que nos acoge.
Viajemos en metro. Cojamos el autobús. Caminemos por la ciudad. Vivamos la vida que viven los locales, vayamos a “sus” sitios, escuchemos su música, vayamos a sus conciertos. Veamos su cine, su telediario por la noche… Viajemos. Pero no para conocer los 10 lugares más visitados por cualquier turista. Viajemos de verdad y conozcamos la realidad del país que nos acoge. ¡Evitemos el ghetto expat!.
Esto no permitirá conocer en profundidad la nueva realidad que nos envuelve e integrarnos mejor. La vida será también más fácil conociendo mejor esa realidad, que a la postre, también llegaremos a disfrutar.
Normalmente, siguiendo estas reflexiones y recomendaciones, pasaremos los mejores años de nuestras vidas en bonitas ciudades. Creceremos en nuestros trabajos. Maduraremos como personas y aprenderemos a valorar las cosas importantes de la vida. Prepararemos también a nuestros hijos para convertirse en ciudadanos del mundo. Un mundo cada vez más global e interconectado. El balance será, sin duda, muy positivo.
¿Y luego? ¿Cuándo volvemos que nos espera?
Nosotros volvemos casi siempre a casa. Nacimos en un país fantástico, con un clima fantástico, con gente fantástica, con una gastronomía fantástica,… y volvemos casi siempre a nuestras ciudades de origen. No es el caso de otras nacionalidades que prefieren quedarse a vivir en Brasil, en Grecia, en Italia o en España por sus claras ventajas respecto a sus países de origen.
Nosotros volvemos. Y esas vueltas a casa, sorprendentemente, son casi como una nueva expatriación. Nos damos cuenta de que después de tantos años fuera, somos de muchos sitios y somos, un poco menos, de donde nacimos.
En mi caso, después de haber pasado muchos años en Milano (Italia), mis hijos se llaman Enzo y Luca y, en casa,,en Barcelona, seguimos viendo Sky, la televisión italiana…. Ese es nuestro pequeño homenaje a una tierra y una gente que nos acogió como si fuéramos italianos desde el primer día. Si no hubiéramos sido expatriados, seguramente los chicos se llamarían Jordi y Oriol y veríamos sobretodo canales nacionales.
De vuelta a casa, nos damos cuenta de que no somos ya los mismos y que la expatriación nos ha cambiado, nos ha hecho crecer.
Nosotros volvemos. Y volviendo, volveremos a la base de la pirámide de Maslow una vez más. Volveremos a empezar de nuevo. Pero jugar en casa y con la experiencia de muchos años fuera, lo hace todo más fácil. Y volver a la punta de la pirámide será muy rápido.
Xavier Mitjavila es un directivo barcelonés con 25 años de experiencia en multinacionales como Danone y Jacobs Douwe Egberts. Su primer trabajo en el extranjero le llegó con 27 años y acaba de aterrizar en Barcelona con 49, después de su última experiencia profesional en París. Ha pasado más de 16 años en el extranjero y ha vivido en Portugal, en Italia en dos ocasiones y en Francia en tres oportunidades.
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